miércoles, 21 de julio de 2010

La ansiedad nos modifica la atención

El estado de ánimo quizás afecte la forma en que cada persona mira al mundo que la rodea. La gente de carácter nervioso o que pasa por un momento de ansiedad parece modificar su atención a lo que sucede, concluyó una investigación.
Los investigadores de la Universidad de Granada (España), que publicaron sus conclusiones en la revista Psychological Science, afirmaron que la ansiedad genera cambios en la atención, haciendo por ejemplo que los individuos sean más receptivos a la información negativa que los rodea y menos permeables a los aspectos positivos o neutros.
QUE ES LA ANSIEDADLa ansiedad generalmente se define como un estado de nerviosismo o recelo cuyas causas muchas veces se desconocen. En ocasiones, esta situación genera síntomas físicos como dolor abdominal, dolor de cabeza, diarreas, tensión muscular y contracturas, sudoración, dificultades para dormir y cambios cardiovasculares.
Este nerviosismo puede también ser parte de una enfermedad psicológica, como el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de pánico o el stress post-traumático.
LA MIRADA ANSIOSA
Los autores trabajaron con dos tipos de ansiedad. La ansiedad como un rasgo de personalidad, que indica una tendencia a sentirse nervioso o inquieto, y el estado de ansiedad, que es una respuesta a una situación estresante que suele durar poco tiempo.
Los voluntarios fueron elegidos especialmente para ser incluidos en dos grupos, uno para cada tipo de ansiedad. Para estudiar su nivel de atención los autores diseñaron un test específico para esta investigación.
Los participantes con una personalidad ansiosa mostraron una atención deficiente en torno a la resolución de conflictos y el control de la acción.
Por el contrario, los voluntarios en un estado temporal de ansiedad (inducido en el momento por los científicos) lograron una mejor función de alerta y orientación.
Los investigadores afirmaron que es la primera vez que se comprueba que los distintos tipos de ansiedad generan cambios diferentes a nivel de la atención. Esperan que sus hallazgos sirvan para mejorar el tratamiento de los trastornos de ansiedad, que cada día afectan a más personas.

domingo, 11 de julio de 2010

La adolescencia normal

Quien haya educado a sus hijos desde pequeños con firmeza, no va a tener demasiadas preocupaciones durante la adolescencia.
No obstante, la adolescencia normal se caracteriza por el comportamiento anormal. Parece una paradoja pero es necesario que un adolescente en esta sociedad sufra una crisis que se considera normal en esta etapa de su vida para encontrarse a sí mismo y poder diferenciarse como persona única del resto.
Los cambios fisiológicos, el crecimiento del cuerpo, que suele ser inarmónico, y la búsqueda de su identidad, son factores que le impiden un comportamiento normal.
En este momento de su desarrollo necesitan parecerse a los demás para posteriormente poder diferenciarse. Por eso hacen todos lo mismo, se visten igual y tienen sus propios códigos para comunicarse.
La conducta de los padres influye poderosamente en los hijos. No pueden de ninguna manera predicar una cosa y hacer otra. Los hijos aprenden del ejemplo, jamás de los consejos y si los padres pierden la coherencia y hacen lo opuesto, pierden también la autoridad para exigirles otra cosa.
Un padre o una madre están siempre dando examen frente a los hijos que si tienen un buen desarrollo y una buena continencia no solo se identificarán con sus padres sino que querrán ser mejores que ellos.
Los hijos bien criados siempre los superan y ese proceso hay que favorecerlo y no proceder a competir con ellos. El paso al costado es algo que nadie quiere hacer porque no se quiere reconocer que cuando termina una etapa en esta vida es para comenzar algo nuevo.
Las madres jóvenes muchas veces compiten con sus hijas adolescentes y no les cuesta nada ganarles esa carrera, porque no es difícil cuando se tiene experiencia.
Siempre la causa de esta competencia es la dificultad para aceptar el paso de los años, para adecuarse a otra realidad y a otra etapa de la existencia.
Ninguna etapa de la vida es mejor que otra, solamente es diferente, y naturalmente tendremos las satisfacciones y obligaciones que cada etapa impone si sabemos vivirlas con dignidad a todas ellas.
El adolescente también tiene que hacer el duelo por el niño que ha dejado de ser y atreverse a ser adulto. Mientras tanto, pasa por un estado de transición que no es ninguno de los dos y hay que ayudarlo. Ni tratarlo como un niño ni como un adulto. Tener la fuerza suficiente como para tratarlo como lo que es, un adolescente en una etapa difícil de crecimiento y cambios.
Las agresiones y los gritos nunca reportan ningún beneficio, al contrario deterioran la relación e interrumpen la comunicación. El diálogo persuasivo es el mejor camino para llegar hasta él, y aunque parezca inútil lo esencial queda y se les graba en la memoria porque está relacionado con el afecto.

Psicologia en La Guía 2000

miércoles, 14 de abril de 2010

Estrés y ansiedad camino a la depresión

Científicos de la Universidad de Western Ontario en Canadá han descubierto el vínculo biológico entre estrés, ansiedad y depresión. Al identificar el mecanismo de conexión en el cerebro, la investigación muestra cómo el estrés y la ansiedad podrían conducir a la depresión.
Los investigadores explican que aunque el trastorno de depresión mayor a menudo se produce junto con el trastorno de ansiedad en los pacientes, las causas de ambos trastornos están muy unidas a las experiencias estresantes. Las experiencias de estrés pueden también convertir en más graves los síntomas de ansiedad y depresión.

lunes, 11 de enero de 2010

Mi autoestima


En mi adolescencia comprendía muy poco el arte de manejar las emociones no "deseadas" excepto conquistándolas. A menudo identificaba la capacidad de negar y rechazar con la "fortaleza".
Recuerdo mis sentimientos de soledad, en ocasiones muy dolorosos, y de deseo de alguien con quien poder compartir ideas, intereses y sentimientos. A los dieciséis años acepté la idea de que la soledad era una debilidad y el deseo de intimidad con otra persona representaba un fracaso de la independencia.
Esta idea no la tenía siempre, sino parte del tiempo, y cuando me venía a la mente no tenía respuesta al dolor, excepto poner en tensión mi cuerpo contra ella, limitar mi respiración, hacerme reproches a mí mismo y buscar distracciones. Intentaba convencerme a mí mismo de que no me importaba. De hecho, me recluí en la alienación como algo virtuoso.
No daba muchas oportunidades a la gente. Me sentía diferente a todos y veía que esta diferencia era un abismo entre nosotros. Me decía a mí mismo que tenía mis ideas y mis libros, y que con eso era suficiente o debía serlo si confiaba lo suficiente en mí.
Si hubiese aceptado el carácter natural de mi deseo de contacto humano, habría buscado puentes de entendimiento entre los demás y yo.
Si me hubiese permitido sentir plenamente el dolor de mi aislamiento, sin reprochármelo, habría hecho amigos de ambos sexos; habría apreciado el interés y benevolencia que a menudo se me ofrecía.
Si me hubiese dado la libertad de atravesar las etapas normales del desarrollo adolescente y salir de la prisión de mi aislamiento, no me habría preparado para un matrimonio desafortunado. No habría sido tan vulnerable a la primera muchacha que parecía compartir verdaderamente mis intereses.
Sin duda existían "razones" que explicaban mis áreas de no aceptación de mí mismo, pero eso no importa ahora. Lo que sentía, era lo que sentía, tanto si lo aceptaba o no.
En algún lugar de mi mente, sabía que estaba condenando y rechazando una parte de mí mismo, la parte que deseaba compañía de otras personas. Estaba en una relación de rechazo a una parte de quien yo era. Por muchas otras áreas de confianza y felicidad que pude disfrutar, me estaba infligiendo una herida a mi autoestima. Cuando más tarde aprendí a recuperar las partes de mí mismo negadas, aumentó mi autoestima.

Autor: Nathaniel Branden