martes, 30 de septiembre de 2008

La pubertad, una etapa difícil...

Según la psicóloga Elena Borges, es habitual que los jóvenes cambien su humor y estado de ánimo pues 'se trata de una época difícil en la que los jóvenes sufren una crisis de identidad'. Los jóvenes se tornan más sensibles, aunque también es normal que se vuelvan más independientes y desobedientes. Esto hace que los conflictos y discusiones con los padres sean cada vez más frecuentes.
Borges recomienda a los padres el diálogo con el menor. 'Es necesario establecer una relación amistosa y de complicidad para ganarse su confianza'. La pubertad, el período previo a la adolescencia, es una de las épocas más difíciles para padres e hijos. Los niños se convierten en jóvenes y comienza a cambiar su cuerpo, su humor y su estado de ánimo. Empiezan a hacerse mayores, a ansiar una mayor libertad, a buscar nuevas amistades y a interesarse por aquellos temas que tanto preocupan a los adultos, como el tabaco, el alcohol, las drogas o el sexo.
Pero se trata de algo normal, pues es en esta edad cuando se despiertan sus hormonas y aumenta su curiosidad. Sus cuerpos crecen, se transforman, se desarrollan y comienza a surgirles el vello y el acné.

Los padres ven con impotencia cómo sus hijos de apenas diez años abandonan la infancia, la idolatrada época de la inocencia, y los nuevos jóvenes tampoco entienden qué les está sucediendo.

Las niñas pasan a transformarse en mujeres y los niños en hombres. A ellas les viene la menstruación, les crecen los senos y se les ensanchan las caderas, y a ellos les cambia la voz, aumenta el tamaño de sus genitales, se le ensanchan los hombros y su cuerpo se torna mucho más musculoso. Son muchos los cambios que tienen lugar en su cuerpo, aunque éstos suelen tener una de duración bastante menor que los psicológicos, que son los que más preocupan a los padres. Normalmente los efectos de la pubertad se alargan durante unos dos o tres años y comienzan a notarse antes en las niñas que en los niños (ellas empiezan a desarrollarse entre los 8 y los 14 años, mientras que ellos lo hacen entre los 10 y los 15), los psicológicos, en cambio, se suelen prolongar durante toda la adolescencia.


CAMBIOS PSICOLÓGICOS


Los cambios físicos que tienen lugar durante la pubertad van acompañados de cambios psicológicos. Según la psicóloga Elena Borges, es habitual que los jóvenes cambien su humor y estado de ánimo pues 'se trata de una época difícil en la que los jóvenes sufren una crisis de identidad'. A los menores les cuesta identificarse con su cuerpo y esto altera su estado de ánimo', comenta la especialista.

Los adultos suelen preocuparse, en muchos casos en exceso, por el nuevo carácter de sus hijos, por sus salidas, sus amistades y su vida sexual. Pero no saben cómo dirigirse a ellos para averiguar a qué pasa por sus cabezas o a qué dedican su tiempo cuando se encuentran fuera de casa.Los jóvenes se tornan más sensibles, sobre todo en el caso de las chicas debido a los cambios hormonales provocados por la menstruación y al frecuente aumento de peso que acompaña su desarrollo. Aunque también es normal que se vuelvan más independientes y desobedientes. Esto hace que los conflictos y discusiones con los padres sean cada vez más frecuentes.

Borges recomienda a los padres el diálogo con el menor. 'Es necesario establecer una relación amistosa y de complicidad para ganarse su confianza. Pero el adulto no deberá tampoco perder nunca el principio de autoridad, que no se deberá confundir con el de autoritarismo. Se trata de buscar un equilibrio'. Para lograrlo los padres deberán de respetar a su hijo y tratarle como a un adulto. También deberán hacerle sentir cómodo e intentar pasar un mayor tiempo junto a él. Los especialistas recomiendan hacer sus actividades favoritas junto a él y conversar sobre los temas que le interesan o preocupan. En estos casos es importante hacerle sentir cómodo y no menospreciar sus problemas si se decide a contarlos. Puede que al adulto le parezcan insignificantes pero sean realmente importantes para el adolescente. También resultará efectivo hacer partícipe al menor de las preocupaciones del adulto e intentar conocer a sus amigos. Tal vez los padres piensen que las amistades de su hijo no son las más adecuadas para él, pero lo mejor es no obligarle a abandonarlas. Según Borges, es mucho mejor conocerlas y darle la libertad para que las traiga a casa y así poder valorar la influencia que éstas ejercen sobre él. Si, por el contrario, la relación entre padre e hijo está muy dañada y resulta imposible establecer una relación de confianza entre ambos, la especialista recomienda acudir a un terapeuta profesional.

EFE